Más crítica radiofónica, por favor

¿Dónde está el Pedro Pablo Ayuso de ahora? Se preguntaba un José Sacristán, en su papel de protagonista en “Solos en la madrugada”. ¿Dónde está la buena radio? Clamaba recientemente un Jesús Quintero, ahogado en la melancolía de su inigualable radio y en la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor? ¿Dónde está aquella brillante radio de laboratorio que hacía Sardá a finales de los 80 en La Bisagra? Me preguntaba hace unos días un amigo… Aquella radio -contesté yo de manera improvisada- está en nuestros recuerdos, en los libros y en las críticas que de esos programas y profesionales se escribieron y hemos leído alguna vez. Está en la brillantez profesional, en los diferentes contextos del medio, pero también está en muchos otros factores que convierten a un programa de radio en un producto de éxito y, con el tiempo, en un mito.
El profesor y gestor radiofónico, Josep María Martí, recordaba recientemente, en una conferencia en la Universidad Pontificia de Salamanca, los actores que convierten a un programa de radio en un producto de éxito. A saber:
1º La audiencia, ese conjunto de personas que acaban validando el programa no solo numéricamente sino también expresando sus opiniones sobre el programa, recomendándolo, viviéndolo sin intermediarios, compartiendo el programa por el tradicional “boca a boca”.
2º La publicidad, aquellas empresas e instituciones que invierten en un programa y refuerzan su valor de marca.
3º La crítica radiofónica, que tan escasa literatura produce en España. Una crítica que, sin embargo, puede ser decisiva, como bien ilustraba Martí con el ejemplo de Alfonso Arús, que despegó finalmente gracias al reconocimiento de la crítica y de los profesionales. O el caso de Andreu Buenafuente. Ejemplos ambos de que la radio es una carrera de fondo que puede acelerarse con una buena crítica o con un reconocimiento argumentado.
4º Las redes sociales. “Si no hay conversación social de un programa, mal asunto”, asegura Josep María Martí. Es cierto que no todo el mundo tiene Twitter, ni Facebook, ni otras redes sociales y que los oyentes cautivos, los de “toda la vida”, probablemente no necesiten la misma intensidad de conversación, pero las redes sociales pueden ayudar a llevar a la radio a muchos no oyentes del medio.
¿Por qué, si es un factor importante, existe tan poca crítica radiofónica? ¿Por qué hablamos tan poco en la radio de la radio y por qué los demás medios de comunicación se fijan de forma tan ocasional en la radio como objeto de crítica profesional y sistematizada? El gran Ramón Gómez de la Serna se inventó una especie de género, las reflexiones metaradiofónicas, a modo de diálogo trivial sobre la radio… Ya llovió y aquí seguimos, apenas sin nada nuevo bajo el sol.
Hacia una crítica radiofónica
La palabra crítica, según define la RAE, se refiere a un conjunto de opiniones o juicios que responden a un análisis y que pueden resultar positivos o negativos. Son muchas las disciplinas que se nutren y retroalimentan habitualmente de la crítica (literaria, teatral, cinematográfica, televisiva, musical, arquitectónica, de arte…); son muchas las industrias que no serían lo mismo sin la acción e influencia de la crítica, de la crítica profesional y de la crítica espontánea de los lectores de un libro o de los espectadores de una película que conforman ese boca a boca, en muchos casos, decisivo para el éxito de una producción.
La crítica como actividad profesional, como disciplina, como género, es una forma de didáctica, pero, sobre todo, es una metodología de estudio y análisis. Hay críticas inmediatas, después de una función teatral, por ejemplo; hay críticas de investigación, que requieren su tiempo, manejar archivos y llegar al trasfondo; hay crítica periodística, académica y autocrítica. Incluso hay críticas muy actualizadas -auditorías las llamamos- a modo de evaluación de trimestre o fin de curso, como las que le hacen de manera periódica los oyentes del programa Julia en la Onda en Onda Cero.
La crítica radiofónica cumple varias funciones posibles: Ser filtro, convertirse en abre boca (prescripción), ser instrumento de evaluación y mejora, de retroalimentación, de refuerzo… Es cierto que la crítica traslada una valoración, una opinión personal, argumentada con unos determinados elementos de juicio y que, por lo tanto, no es absoluta. Una crítica cinematográfica o televisiva, por ejemplo, incluso siendo magistral no tiene que coincidir necesariamente con la tuya. Esa también es la riqueza de la crítica: la contraposición de criterios y el enriquecimiento intelectual.
Una crítica mayoritariamente favorable de un programa de radio no siempre garantizará tener más oyentes, pero sí un lugar en el Olimpo de los Dioses radiofónicos. Como el que obtuvo, por méritos propios, un programa, no precisamente para grandes mayorías, como Clásicos Populares sobre el que, en numerosas ocasiones, escribió Luis Oz, uno de los escasos críticos radiofónicos que le hacen, de vez en cuando, un sitio a la radio en su columna “El oyente” (El Mundo)
“El cine sería el mismo arte sin la crítica cinematográfica, pero sería un arte menos completo. La crítica ayuda a enriquecer las películas desde un contexto que ayuda al espectador/oyente a interpretarlos. Eso sí, siempre que hablemos de una crítica ejemplar, practicada desde el conocimiento y bien fundamentada…” Nos sirve muy bien esta reflexión de Miguel Ángel Huerta Floriano, profesor de Cine y crítico cinematográfico, para hacernos la pregunta de cuánto más completo sería el arte y la práctica radiofónica si hubiera una crítica ilustrada que fuera haciendo de forma más sistemática de faro, de filtro, de evaluador, generando inputs para gestores, periodistas y comunicadores. Una crítica profesional radiofónica seguro que ayudaría a enriquecer los programas, los podcast y lo que esté por venir. Como una crítica teatral, musical, televisiva o literaria le confiere una carta de naturaleza mayor a las obras seleccionadas, al tiempo que las obliga a ser más autocríticas.
En España no hay crítica radiofónica. Nos falta un Borja Terán con su Telediaria, en versión radiofónica.
En la tele, en la prensa, en los medios digitales se habla de radio lo justo y necesario: que si una entrevista a las estrellas al inicio de las temporadas radiofónicas, que si Bertín entrevista a Carlos Herrera y ya de paso hablan de radio, que si salen los datos del EGM y “La SER sigue líder de audiencia” y poco más. Alguna vez Luis Oz dedica columna. Alguna vez alguno de los dominicales le deja sitio, grande, en su portada (Con la de minutos y horas que dedica la radio a hablar de programas de televisión, de películas o de la prensa en general…)

Tenemos, eso sí, a un militante Gorka Zumeta que no se dedica propiamente a hacer crítica radiofónica pero que de vez en cuando despliega sus conocimientos, experiencia y criterio radiofónico para evaluar o recomendar programas de radio en su blog de referencia.
Tenemos también un rincón virtual inclasificable, que igual hace crítica radiofónica desde la perspectiva valiosísima de un oyente con muchas horas de vuelo radiofónico, que hace “periodismo de datos” con emisoras, oyentes o frecuencias, comenta y analiza el EGM o documenta momentos de la radio española: Tenemos a Radiochips
Existe también mucha prescripción en las redes sociales, aunque podría haber más. A veces proviene de académicos, de expertos; muchas veces de oyentes, incluso de las mismas emisoras de radio o grupos a los que pertenecen. Nada sistemático la mayoría de las veces, a veces ruido en el que te pierdes, a veces faros muy certeros, pero importante, en todo caso, en estos tiempos, como señalaba Martí.
Hace años, muchos ya, un semanario gratuito editado en Salamanca, Tribuna Universitaria, tenía su sección semanal de crítica radiofónica: sección que primero firmó Luis Miguel Pedrero y más tarde yo misma. Todavía conservo textos de aquella época y algunos recortes de prensa. Esa sección nos confirmó entonces, incluso a través de varias cartas al director, que la crítica radiofónica puede colaborar y mucho al descubrimiento de la buena radio, de la variedad radiofónica que realmente existe, a veces más densa y plural de lo que imaginamos (esto se eleva al cubo si hablamos del océano podcast) y que el abrir boca, la alabanza, incluso la crítica dura (que hablen de uno aunque sea mal) siempre es más fácil que acabe estimulando a la industria y atrayendo nuevos oyentes que la radio no glosada. Más crítica radiofónica, por favor.