La caricia auditiva

Chelo Sánchez Serrano
3 min readMar 25, 2020

Querida Chelo:

Nunca pensé -con lo que me costó en su día aquel trabajo de clase- que volvería a hacer yo un radiodiaria… Y te escribo solo para contártelo, y para compartir contigo lo mucho que entiendo ahora tu manera de enseñar radio, no solo como proceso de formación, sino casi como proceso de educación para la vida de una persona. Recuerdo que decías que la radio era una parte de tu vida, algo esencial para ti y ha tenido que llegar este virus, casi apocalíptico, para que yo no entienda mis días encerrada en casa sin esa compañía del “reino de las mil voces”… Esa frase, que no recuerdo de quién era, tampoco la he olvidado. En mi radiodiaria de confinamiento muevo el dial de acá para allá, me conecto al ordenador o escucho desde alguna de las aplicaciones mientras hago bicicleta estática. No me pierdo a Alsina, porque es como si cada mañana me ayudara a enderezar un poco la brújula de esta vida a la deriva. Luego escucho a Francino, porque es como el ratito previo, asomada a La Ventana de la radio, antes de salir a aplaudir al balcón. El Faro ha sido un descubrimiento… Ese programa no lo tenía controlado, y ¡vaya descubrimiento! En Radio 3 escucho música, poesía o lecturas que encuentro por las redes… El otro día, hasta escuché Tiempo de juego, porque mi hermano, que es oyente habitual, empezó a decirme por Whatsapp que no dejara de escucharlo, que era otro programa… En fin, que la radio se ha convertido para mi en una rutina -casi como aquella que nos obligabas a hacer con el radiodiaria, a modo de “gimnasia radiofónica”- y ¡bendita rutina! en estos tiempos de planes fugados y fugaces…

Recibo este mensaje de una antigua alumna y pienso en una amiga, que vive sola, y que cada vez que hablo con ella me dice: ¡qué vida me da la radio! Y en aquella otra, que asegura que vivimos un momento histórico, del que estamos siendo protagonistas, y donde la radio no deja de demostrar su capacidad de penetración y de acompañamiento en tiempos de vulnerabilidad. Pienso en cómo escuchamos en mi casa el primer capítulo del diario de una pandemia de Carlos Alsina, constato cómo lo seguimos escuchando cada día y me confirma mi absoluta devoción por la radio como medio de comunicación, como vehículo de comunicación humana. No soy objetiva, lo sé. Yo soy una convencida de la radio, convencida y militante. No le quito mérito a ningún medio, pero ninguno me ha dado nunca todo lo que me ha dado la radio.

A pesar de la capacidad de penetración mucho mayor de otros medios, pocas veces se escuchan valoraciones de sus consumidores y usuarios con el cariño, la cercanía y el reconocimiento que los oyentes de radio manifiestan por la radio y por los radiofonistas cada vez que toman la palabra. Por algo será. La relación que se establece entre los actores de la radio es muy distinta. Estos días se producen manifestaciones en cascada en todas las emisoras de radio, si las escuchan, me entenderán.

Recuerdo que, cuando Gabilondo se despidió del Hoy por Hoy, una oyente le dijo algo así (no recuerdo las palabras exactas): con quién voy a desayunar yo ahora, si desde que murió mi marido todos los días me despertaba y desayunaba con usted… Un amigo me decía esta semana que si cada mañana enciende la radio y suena su Cadena SER y la voz de Angels Barceló, amanece un poco más tranquilo y hasta se queda un rato más en la cama… A otros seguro que les pasa con Herrera o con Iñigo Alfonso, o con tantos otros. Relativa normalidad. Mi alumna me contaba que se pone a Alsina como brújula y estoy segura de que hasta tararea el Facciamo Finta Che… Son los poderes de la radio. La radio como caricia auditiva, que decía Marina Zucchi. Más, si cabe, en tiempos de fragilidad.

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Chelo Sánchez Serrano

Ciudadana, periodista y profesora de universidad (@fcomsalamanca, UPSA). La radio es mi debilidad. Tengo otras: VIVIR y no hacerlo sin más.